BOLÉTIN: Marita Perceval — Rebelión alegre, esperanza vigorosa

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Miradas y perspectivas feministas sobre el clima, la paz y la democracia

REFLEXIONES DE MARITA PERCEVAL, BECARIA SENIOR DEL COLABORATIVO DE POLíTICA EXTERIOR FEMINISTA

1. ¡Que nada nos detenga, vamos por ese otro mundo posible!

En la ardiente Amazonia, miles de mujeres—indígenas, afrodescendientes, quilombolas, ribereñas, pescadoras, campesinas y urbanas— llegadas a Belem desde diferentes territorios del mundo, llevaron sus voces y experiencias al centro de la discusión sobre el futuro del planeta, manifestándose a favor de la paz, de la igualdad, del buen vivir y en defensa de los bienes comunes que proporciona la naturaleza. 

Sin embargo, pocos días después, los gobiernos presentes en la cumbre del clima llegaban a un acuerdo de compromiso, condicionado por la falta de voluntad de los países ricos y dependientes del petróleo a señalar las principales causas del calentamiento global e impulsar una hoja de ruta para dejar atrás los combustibles fósiles, perpetuando de este modo los devastadores impactos de un modelo de desarrollo insostenible que pone en peligro el futuro de todos.

“Venimos a recordar que la Tierra ya habla, y muchas de sus voces son de mujeres.”

Según la Organización Meteorológica Mundial, en 2025 la tendencia al calentamiento extremo no cesa, pudiendo este año ser el segundo o tercero más cálido de los últimos 176 años. Las elevadas concentraciones de gases de efecto invernadero, el acelerado retroceso de los glaciares y el hielo marino, junto a fenómenos meteorológicos extremos colocan al planeta, a las personas y al futuro al borde del abismo.

La pérdida de biodiversidad avanza a un ritmo alarmante: estimaciones recientes indican que la extinción de especies es actualmente entre 10 y 100 veces superior a la que ocurriría de forma natural. En este escenario, América Latina es la región que ha vivido el peor descenso en el tamaño promedio de las poblaciones de vida silvestre en los últimos 50 años.

“La triple crisis planetaria del cambio climático, la contaminación y la pérdida de la naturaleza, impacta directamente en una amplia gama de derechos, incluyendo el derecho a la alimentación, la salud, el desarrollo y el propio derecho a la vida. Los riesgos y amenazas de esta crisis afectan a todos, pero el género, el lugar de residencia, los medios de vida y la situación socioeconómica de cada persona determinan la gravedad de esta influencia”, sostiene un informe del PNUD.

“Priorizamos la vida por encima del lucro.”

La renuencia a asumir sin hipocresías el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” por parte de los países que más han contribuido históricamente al calentamiento global, sólo provocará que “los países en desarrollo permanezcan indefinidamente en estado de pobreza, dependencia y endeudamiento.

De la mano de lobbies inescrupulosos, negacionistas depredadores y extractivistas insaciables, los principales responsables de la catástrofe climática se niegan a adoptar una hoja de ruta para dejar atrás el petróleo, el gas y el carbón, y avanzar hacia una justicia social, económica y ambiental sostenible, inclusiva, con enfoque de derechos humanos y perspectiva de género.

En este sentido, para los movimientos de mujeres, feministas y ecofeministas el desafío no es solo el futuro del clima, sino fundamentalmente erradicar las raíces históricas y estructurales de la pobreza, el hambre y las desigualdades que el sistema económico y politico dominante genera y profundiza, en tanto su prioridad es la acumulación y no la sostenibilidad de la vida.

“No buscamos explotar la naturaleza, sino mantenerla viva.”

“La crisis climática es, fundamentalmente, una crisis de derechos, justicia y vida, arraigada en el colonialismo, la explotación y la desigualdad estructural” dice la Declaración Política de la Cumbre Global de Mujeres y Juventudes Indígenas, adoptada en los márgenes de la COP30.

“No hay vida sin naturaleza. No hay vida sin ética y sin el trabajo de cuidados. Por eso, el feminismo es parte central de nuestro proyecto político. Ponemos el trabajo de reproducción de la vida en el centro, y eso es lo que nos diferencia radicalmente de quienes quieren preservar la lógica y la dinámica de un sistema económico que prioriza el lucro y la acumulación privada de riqueza”, afirma la Declaración de la Cumbre de los Pueblos

Y están en lo cierto.

Por ejemplo, en América Latina y el Caribe —la región más desigual del mundo— los factores estructurales de la desigualdad se perpetúan y agudizan por la crisis climática. Un informe elaborado por la OIT y el PNUD da cuenta de que para el año 2030 entre 68 y 135 millones de personas podrían caer en la pobreza debido a la crisis climática que —también aquí— afecta de manera desproporcionada a mujeres, comunidades rurales, población indígena, afrodescendiente y migrante.

Igualmente constatable es que en todos los territorios del planeta son las mujeres las que enfrentan las pérdidas, la escasez, la desposesión, las violencias y las desigualdades, creando soluciones, compartiendo saberes y tejiendo tramas comunitarias para garantizar derechos y proteger la vida.

“El mundo necesita aprender a compartir.”

El potencial transformador del feminismo radica en que se constituye no solo como una forma de resistencia creativa sino también de re-existencia transformadora, aportando una visión ética y política radicalmente distinta de pensar, sentir, conocer y relacionarse con el mundo —con la vida humana y no humana—, poniendo en cuestión los fundamentos sobre los que el patriarcado y sus modos capitalistas de producción se apropian de los bienes comunes y ponen en riesgo la sostenibilidad de la vida. 

Tal como afirma el grupo de Mujeres y Genero en la COP30 “la transición justa hacia un desarrollo sostenible” sigue sin alcanzar la ambición que exigen las comunidades más vulnerables, desde las montañas, los bosques, las islas y las favelas de América Latina y el Caribe hasta cada región donde las mujeres, los pueblos indígenas, los afrodescendientes y las defensoras de la diversidad de género salvaguardan la vida y la biodiversidad. Sus esperanzas, soluciones y resistencia nos recuerdan que el progreso gradual no es suficiente. El mundo necesita urgentemente y sin exclusas una transformación basada en la justicia y la igualdad.

2. Ni guerra que nos destruya, ni paz que nos oprima

“Desarmar la masculinidad y desarmar los ejércitos.”

En el mes de abril de 1915, cuando la Primera Guerra Mundial multiplicaba la crueldad innecesaria, el dolor injustificado y las muertes evitables, se celebra en La Haya el I Congreso Mundial de Mujeres en favor de una cultura de paz. No se trataba de ingenuidad, sino de lucidez puesto que, aun cuando no fuera escuchado por los “señores de la guerra” el llamado que entonces realizan miles de mujeres reclamando el cese de la violencia y la destrucción, en 1939 esas voces desoídas cobrarían un sentido aún mas profundo y una vigencia innegable.

En 2025 el mundo registra el mayor número de conflictos activos desde 1946. Existen más de 56 conflictos armados activos que involucran a mas de 90 países.

En el conflicto en Ucrania no se cuenta con cifras de bajas consistentes, aunque fuentes occidentales creen que alrededor de 350.000 personas han muerto directamente en la guerra desde 2022.

El genocidio palestino en Gaza es uno de los mayores desastres humanitarios provocados por el hombre en una de las zonas más densamente pobladas del mundo. A principios de agosto de 2025, 1.700 israelíes —incluidos 1.200 en el ataque del 7 de octubre— y más de 60.000 palestinos han muerto por la invasión israelí de la Franja de Gaza, donde más del 70 % de las víctimas son mujeres y niñxs.

En enero de este año el Sindicato de Médicos Sudaneses informó que 522.000 bebés habían muerto por desnutrición en poco más de 18 meses de guerra civil en Sudán. 

En Yemen más de veinticinco millones de personas padecen hambre.

El conflicto en la República Democrática del Congo (RDC) es uno de los conflictos más mortales del mundo después de la 2° Guerra Mundial. Más de 7,8 millones de personas se encuentran desplazadas debido a la violencia indiscriminada que azota el país desde hace décadas. El 60 % de los desplazados y refugiados son mujeres, niñas y niños. En la República Democrática del Congo, una mujer es violada más de una vez a lo largo de su vida.

“La cultura de paz va más allá de la mera ausencia de guerra”

No es ajeno el hecho de que todas las niñas y mujeres del mundo entero no solo conozcan sino que tengan experiencia existencial de las lógicas destructivas de la violencia patriarcal, siendo las guerras la expresión más acabada de un ejercicio del poder que busca el sometimiento y la humillación de personas, grupos, comunidades o pueblos que se consideran diferentes, inferiores, descartables y —dentro de esa constelación de la crueldad— las niñas y mujeres, siempre ellas, han sido y siguen siendo consideradas víctimas privilegiadas de la violencia y el odio.

Frente a este flagelo, en el año 2000, el Consejo de Seguridad de la ONU aprueba la Resolución 1325, donde se reconoce por primera vez a las mujeres como víctimas inmediatas de la guerra y la violencia, pero también como agentes fundamentales de la sociedad y actoras estratégicas en los procesos de paz. De allí que uno de los objetivos de esta Resolución consista en reconocer el derecho de las mujeres a ser parte en todas las negociaciones y procesos de toma de decisiones en situaciones de conflicto, generando mecanismos eficaces y acciones positivas que garanticen su equitativa y efectiva participación.

No obstante, a pesar de las abrumadoras pruebas que demuestran que la participación de las mujeres hace que la paz sea más duradera, se les continúa excluyendo de la toma de decisiones. 

En 2024, 9 de cada 10 procesos de paz no contaban con ninguna negociadora, y las mujeres representaban solamente el 7 % de las personas participantes en las negociaciones y el 14 % de las implicadas en procesos de mediación en todo el mundo. Solamente un exiguo 31 % de los acuerdos de paz y alto el fuego mencionaban a las mujeres, las niñas o el género.

Un año más tarde, el informe del Secretario General de las Naciones Unidas publicado con motivo del 25 aniversario de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad sobre las mujeres, la paz y la seguridad advierte que 676 millones de mujeres viven actualmente a menos de 50 kilómetros de algún conflicto mortal, el nivel más alto desde el decenio de 1990. Asimismo   consigna que las muertes civiles de mujeres e infancias fueron cuatro veces mayores que en el período anterior de dos años, y que la violencia sexual relacionada con los conflictos aumentó un 87 % en los últimos dos años.

Resulta significativo destacar que es también en el año 2000 cuando tiene lugar la primera edición de la Marcha Mundial de las Mujeres la cual, desde entonces y hasta el presente, ha movilizado y convoca a través de acciones internacionales, regionales y nacionales, a miles de organizaciones feministas y movimientos de mujeres para reclamar y exigir el ejercicio efectivo de los derechos sexuales y reproductivos, favorecer su autonomía económica, promover un cambio social que ponga fin a toda forma de discriminación y violencia contra las mujeres y niñas, y una transformación radical de las relaciones de poder hegemónicas que, justificadas y alimentadas por el “guerrerismo patriarcal”, despliegan impunemente su crueldad sobre las mujeres de manera descontrolada en tiempos de paz y de forma enardecida en situaciones de conflicto.

“El patriarcado con armas, se envalentona y adquiere formas mucho más crueles” (—Beatriz Quintero Garcia, Coordinadora de la Paz en Colombia)

La exigencia de paz sin armas, el fin de las guerras, la transformación de un sistema de poder que en las relaciones internacionales se funda en la competencia, la desconfianza y la lógica amigo-enemigo, la superación de un escenario geopolítico marcado por disputas hegemónicas, el abandono de agresivas tácticas de conquista y sometimiento que responden a la “ley del más fuerte”, el rechazo a la ilegalidad de toda forma de colonialismo, supremacismo y sujeción, son principios básicos fundamentales y objetivos concretos que el feminismo, ab initio, plantea como imperativo ético, prioridad humanitaria y acción transformadora en política exterior.

Más allá de que este activismo esté sostenido en válidos principios éticos o morales, existe hoy una razón concreta y contundente para que las mujeres sigan reclamando acabar con las guerras y detener la brutalidad puesto que los fondos destinados a la consolidación de la paz han disminuido drásticamente y los conflictos aumentan dramáticamente.

El gasto militar mundial alcanzó los 2,718 mil millones de dólares en 2024, lo que representa un aumento del 9,4 % en términos reales con respecto a 2023 y el mayor incremento interanual desde el fin de la guerra fría.

Más de 100 países de todo el mundo aumentaron su gasto militar y los 10 que más gastaron representaron 73 % del gasto mundial. 

Si se ponen en perspectiva los 2,718 mil millones de dólares que se destinan a gasto militar se advierte que este monto es “diecisiete veces mayor que el gasto total en vacunas contra la covid-19, el PIB total de todos los países africanos y trece veces mayor que la cantidad de ayuda oficial al desarrollo (AOD) proporcionada por los países del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) en 2024”.

Tal como dijera la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Sima Bahaous, “No se trata de datos aislados. Son síntomas de un mundo que opta por invertir en la guerra en lugar de la paz, y que sigue excluyendo a las mujeres del diseño de las soluciones”.

“El tiempo del dolor, se vestirá de esperanza.” 

La defensa de un internacionalismo equilibrado e inclusivo y de un multilateralismo solidario, complementario, renovado y eficaz; el desarrollo de políticas y ámbitos de cooperación basados en la buena fe, el dialogo, el respeto, la horizontalidad, el consenso, la no condicionalidad y el beneficio mutuo; y el fortalecimiento de una arquitectura normativa internacional que genere justas, equitativas y simétricas reglas de juego, que promueva la negociación y garantice la solución pacifica de controversias son —entre otros—, asuntos de primera importancia para los activismos y los senti-pensares feministas.

II. Confluencia de causas y sentido de la politica exterior feminista

Nuestro compromiso es total con la dignidad desobediente, 

la alegre rebeldía y la vigorosa esperanza 

que se hace grito, palabra o silencio.”

1. “Necesitamos un multilateralismo que funcione para todos, no sólo para los poderosos.”

En un escenario de policrisis incrementales, interdependientes y planetarias, para una politica exterior feminista asuntos tales como el reto de alcanzar la justicia económica, social y ambiental como objetivo de un modelo de desarrollo que prioriza la sostenibilidad de la vida y la imperativa urgencia de apostar por la paz, no pueden ser escindidos de otras urgencias tales como erradicar las crecientes desigualdades, poner fin al catastrofismo climático, impedir que el avance de la tecnología sea rehén del capricho desregulatorio de los mercados; y avanzar hacia una agenda global de cooperación, fiscalidad y cuidados que se traduzca en compromisos vinculantes y mecanismos de financiación y reestructuración de deuda sostenibles. 

En este sentido, en la reciente Conferencia de Sevilla quienes desde la sociedad civil y en los gobiernos abrazan una diplomacia feminista, expresaron su firme decisión de seguir apoyando el proceso de la Convención de Cooperación Fiscal Internacional de Naciones Unidas y la búsqueda de soluciones reales a la crisis de la deuda, “para que finalmente sea posible transferir recursos de multimillonarios y grandes empresas que destruyen el planeta hacia el bienestar de todas las personas, especialmente de quienes están en situación de mayor vulnerabilidad”.

Puesto que edificar un sistema financiero justo, legitimo y eficaz; incidir para dejar atrás la geopolítica del más fuerte y la extorsión del veto para crear una gobernanza de la paz y seguridad internacionales creíble, democrática y efectiva; fortalecer los organismos de justicia universal, los mecanismos de protección y garantía de los derechos humanos y ambientales son ejes identitarios de una politica exterior feminista, toda vez que su voluntad no se reduce a sumar mujeres para que todo siga igual.

2. ¡Alerta, alerta, alerta que camina… la lucha feminista por América Latina!

Una política exterior feminista se diferencia de “la diplomacia para la equidad de género” en la medida en que no sólo trata de lograr que más mujeres accedan a posiciones de liderazgo en su desarrollo profesional y en el servicio exterior de sus países o que, por razones de estricta justicia se respete una participación representativa y paritaria de mujeres en los espacios de decisión y en los distintos foros y organizaciones internacionales que se consideran centrales para la política exterior de cada Estado. Si bien es éste un objetivo altamente valioso, no se considera que sea en sí y por sí mismo suficiente. 

Una política exterior radicalmente feminista supone asumir la cosmovisión, historicidad y enfoque epistémico del feminismo en cuanto teoría crítica y praxis política emancipadora, destinada a transformar humillantes y crueles relaciones de poder, modelos de desarrollo insostenibles –en lo económico, social y ambiental–, violentas estructuras de dominación y patrones culturales discriminatorios que encuentran en el patriarcado su justificación y permanencia, que enraízan en el racismo y en el colonialismo su selectividad y que se sirven del autoritarismo, la discriminación y el negacionismo para imponer un orden social injusto, extorsivo y depredador.

Una política exterior feminista coherente no consiente ser acallada por los furiosos voceros de un modelo civilizatorio en decadencia, ni admite ser cooptada por los privilegios de los sofisticados andamiajes burocráticos internacionales del statu quo. 

Es que la potente capacidad de resistir y la indómita voluntad de transformar que define una politica exterior como feminista no nace de escritorios ni en torres de cristal, sino que habita y se nutre de la praxis cotidiana y de la construcción colectiva proveniente de historicidades plurales y diversas realidades que convergen en la urgencia de despatriarcalizar las relaciones de poder, resistir creativamente y construir colectivamente un futuro digno de ser vivido

Sin arrogancia y en sororidad, las feministas de América Latina —junto a los movimientos feministas especialmente del Sur Global— comparten la decidida voluntad de reconocerse y desearse como un pensamiento actuante, plural, diverso y situado para que otro mundo sea posible.

3. Tenemos que conseguir que la democracia de viva como algo apasionante (–Judith Butler)

En 2024, tuve el honor de asumir la responsabilidad de ser becaria senior del Colaborativo de Política Exterior Feminista para documentar el recorrido, los cruces y los desafíos del feminismo en América Latina, así como la aparición, evolución y perspectivas de la política exterior feminista en nuestra región. Recordando las palabras de la filósofa francesa Simone de Beauvoir, quien sostiene que el feminismo es una forma de vivir individualmente y luchar colectivamente, me propuse el objetivo de “construir democracia” con el fin de cumplir con esta responsabilidad que se me había confiado.

Gracias al esfuerzo diligente de muchas manos, pudimos cumplir con esa promesa. Mundializar la igualdad: Política exterior feminista desde América Latina es un trabajo colectivo de 900 páginas con más de 40 ensayos —y sigue siendo solo la punta del iceberg del nivel de innovación, impacto y esperanza que las feministas de mi región de América Latina lideran con gracia y convicción. Lanzada en un evento paralelo oficial de la Cuarta Conferencia Ministerial sobre Política Exterior Feminista, organizada por Francia, esta antología es un mosaico de historias y lecciones aprendidas que, con mi sincera esperanza, pueden informar la resistencia de esta comunidad global de feministas con un llamado a un futuro donde todas y todos sean libres —reunidas por la comunidad de práctica moldeada por los principios de la política exterior feminista.

Desde feministas comunitarias hasta diplomáticas, académicas y sindicalistas, el camino hacia Mundializar la igualdad ha movilizado a más de 500 feministas en una diversidad realmente inspiradora. Producto de muchas horas de trabajo cuidadoso, nuestro esfuerzo se centró en crear espacios para entrelazar nuestras luchas, construir sentido, desentrañar “los comunes”, co-definir prioridades e implementar estrategias concretas para globalizar la causa de la igualdad. Ancladas en principios decoloniales e interseccionales, esto implicó forjar alianzas multinivel, pluriculturales, multisectoriales, intergeneracionales y transnacionales para promover y asegurar que nuestras voces y propuestas fueran visibles y tuvieran impacto en importantes foros y eventos multilaterales a nivel regional y global, como CSW69/Beijing+30 (ONU Mujeres), la X Conferencia Latinoamericana y del Caribe de Ciencias Sociales “Horizontes y Transformaciones para la Igualdad” (CLACSO), la XVI Conferencia Regional sobre la Mujer en América Latina y el Caribe (CEPAL/ONU Mujeres), la Conferencia de Naciones Unidas en Sevilla, la Cumbre UE-CELAC 2025 y la Cuarta Conferencia Ministerial sobre Política Exterior Feminista, entre otros.

El trabajo colectivo Mundializar la igualdad es un ejemplo del camino recorrido hasta 2025 y evidencia clara de que la sororidad —como principio ético inquebrantable del feminismo— es fundamentalmente un pacto político, social y emocional construido entre mujeres diversas pero no separadas, derivado del reconocimiento de que juntas somos más fuertes.

A lo largo de 900 páginas, diversas perspectivas y voces delinean los temas más urgentes del presente y anticipan los desafíos apremiantes del futuro, dejando claro que la agenda de una política exterior feminista es “nuestra” agenda y que el compromiso de defender la libertad, la igualdad, la sostenibilidad y la justicia, para que todas y todos puedan vivir sin miedo a la violencia, la discriminación y la desposesión, es, y debe ser, una tarea colaborativa. Siempre colaborativa.

4. Larga vida a las Mariposas

Seguramente estas reflexiones serán leídas por Uds. el 25 de Noviembre.

1981. Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. Bogotá, Colombia. Se decide que el 25 de noviembre sea el Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres. Ese mismo día pero de 1960, el genocida Leonidas Trujillo perpetró el femicidio de las hermanas Patria, Minerva y Maria Teresa Mirabal, conocidas en la clandestinidad como “Las Mariposas”, por ser un emblema de la oposición al régimen de crueldad, terror, tortura, persecución y muerte que imponía esa dictadura.

1999. La ONU establece el 25 de noviembre como Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en memoria de las “Mariposas” y como símbolo global de la resistencia feminista y su defensa inclaudicable de la democracia, los derechos humanos y la libre igualdad.

Tal como dice Minou, hija de Minerva, a las feministas que vivimos pendientes de no abandonarnos al olvido ni a la indiferencia no nos queda más remedio que andar “por plazas y calles con la memoria en la mano”.

Hoy a nivel global 1 de cada 3 mujeres sufre violencia física o sexual por parte de su pareja.

Hoy en America Latina la violencia de género afecta al 80 % de las mujeres políticas.

Hoy en mi país, Argentina, cada 35 horas una mujer es víctima de femicidio.

Frente a esta realidad que no es solo cifras, frente a un sistema de poder que no tiene la voluntad de luchar contra las desigualdades, las injusticias, las violencias, la destrucción y el odio quién se atreverá a negarnos el derecho de buscar salidas y unirnos colaborativamente para que el  planeta sea nuestra casa común y el mundo sea un lugar donde vivir la vida valga la pena.

Me queda anhelar no solo que apoyen la valiosa tarea que realiza el Colaborativo, sino también invitarles a que no se rindan 

Que —parafraseando al poeta— nos acompañemos en sororidad a continuar el viaje, perseguir nuestros sueños y  correr todos los escombros para descubrir el cielo.

En solidaridad,

Marita Perceval

Becaria Senior, Colaborativo de Política Exterior Feminista

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Sobre de Marita y su beca

María Cristina (Marita) Perceval (ella) es becaria del Colaborativo de Política Exterior Feminista y Presidenta de Feministas sin Fronteras en Argentina. Más recientemente, se desempeñó como Representante Especial de la Política Exterior Feminista de Argentina. Entre 2021 y 2022, fue Secretaria de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la República Argentina. Marita ha ocupado diversos cargos de Secretaría y Subsecretaría en el Gobierno de Argentina, incluyendo carteras relacionadas con la cooperación internacional en educación y la promoción de los derechos humanos, enfocando su trabajo en la regulación de la ley de identidad de género de Argentina y en el lanzamiento de una plataforma de apoyo a mujeres defensoras de derechos humanos. En 2016, Marita se convirtió en Directora Regional de UNICEF para América Latina y el Caribe.

Cabe destacar que, en 2012, Marita se convirtió en la primera mujer Representante Permanente de la República Argentina ante las Naciones Unidas y fue elegida Vicepresidenta de la 69ª Asamblea General y Vicepresidenta del ECOSOC. Cumplió dos mandatos como Senadora Nacional por la Provincia de Mendoza, siendo la primera mujer Presidenta de la Comisión de Defensa y creando el Grupo Parlamentario de Mujeres, que coordinó la promoción de legislación inspirada en la normativa internacional de derechos humanos de las mujeres sobre prevención de la violencia de género, lucha contra la trata de personas y promoción de la salud y los derechos sexuales y reproductivos.

*Las opiniones y puntos de vista expresados por los miembros del Programa de Becarios Visitantes únicamente de su autoría y no reflejan necesariamente los del Colaborativo de Política Exterior Feminista. Las becarias son invitadas en función de su experiencia y conocimiento, independientemente de sus creencias u opiniones personales.

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